lunes, 19 de septiembre de 2011

Noche lluviosa.

Una de esas noches oscuras donde empieza a llover muy fuerte, naturalmente a mí me gusta cuando llueve, excepto cuando se pone furiosa la lluvia y parece que acabará con todos.

La señal estaba del asco, los mensajes llegaban tarde y era una tortura, yo estaba en mi casa y ella en la suya, la extrañaba y hacía mucho frío. Quería de sus abrazos y sus besos, tenía dentro de mí una mezcla de la extraño con un toque de la amo y añadiéndole mucho de la quiero ir a buscar con otra pizca de locura, todo un manjar al que sólo le faltaba una cosa, que ella le proporcionase su propio ingrediente.

Entre pensamientos y más tonterías que pasaban por mi cabeza, decidí agarrar las llaves del auto e ir hasta su casa. Siempre me había gustado correr riesgos y además, tenía demasiadas ganas de verla y abrazarla. Imaginarme esos ojos brillantes cuando me viese, me hacía sonreír y también estar más segura de ir hasta allá.

Me puse un buen abrigo, cogí las llaves, me persigné, y me puse en marcha. Las calles estaban oscuras, el viento soplaba fuerte y los truenos eran de otro nivel. Tenía algo de miedo, pero por ella iría hasta al centro del Universo.

Con mucha suerte logré llegar en una pieza, hacía demasiado frío pero sabía que sus abrazos esperaban por mí para mantenerme cálida. Usando viejos métodos de Parkour pude entrar a su casa escondidas y para mi fortuna, todos ya estaban dormidos. Como sabía que su casa iba a estar extremadamente oscura, me aseguré de llevar una linterna, la cual gracias a mis descuidos, la olvidé en el carro. Me las arreglé con el flash de la cámara del celular y pude encontrar las escaleras que me llevarían hasta su cuarto. Para más suerte, la puerta de su cuarto tiene un poster de Jack; eso facilitó la búsqueda. 

Entré cautelosamente, no quería despertarla de un susto, podría gritar y eso no ayudaría para nada. Se veía tan adorable durmiendo, parecía una bebé.... Esa carita de ángel, me enamoró más de lo que ya estaba... Y pensar que despertaría todos los días viendo esa carita, me hacía sentir muy bien.

Me acerqué lentamente y gracias a mi torpeza por accidente caí sobre ella. Debido a mi habilidad y rapidez con las manos desarrollada por videojuegos, pude cerrarle la boca para que no gritase mientras le decía que era yo.
— ¡Tranquila, amor!  Soy yo. — dije en voz baja para no generar más ruido.
Me mordió la mano y la quité de su boca como reacción.
— ¿De verdad estás aquí? ¿Qué haces? ¿Y si mi mamá entra de repente? ¡ENLOQUECISTE! — estaba un poco alterada.
— Te extrañaba mucho, supuse que tendrías frío y te traje mi abrigo. Tu mamá está durmiendo, no se dará cuenta. — trataba de tranquilizarla un poco.
No dijo nada, sabía que estaba callada y apenas podía verla en la oscuridad.
— Ven... Bésame, me encanta que hayas venido, tengo mucho frío. ¡Abrázame! — rompió el silencio con palabras que, definitivamente, me llevaron a otro mundo.

La abracé fuerte y empecé a besarla, esos besos los extrañaba muchísimo, en serio necesitaba de sus caricias, de sus abrazos, de esos besos tan dulces y llenos de cariño.

Esa noche ninguna de las dos sintió más frío, dormimos abrazadas y bien arropadas. La cuidé de los truenos y los rayos. Indudablemente, ella le añadió lo que el ingrediente que le faltaba al manjar, ese cariño y esos besos que sólo ella puede darme. 

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