martes, 20 de diciembre de 2011

¿Y si paseamos por El Universo?

Un día me encontraba "leyendo" un libro del gran Carl Sagan; "Cosmos, un viaje personal" Buen libro y excelente persona. 

Como cosa rara me introduje en mi mundo de estupideces y loqueras, incluyendo un laberinto nivel 72. Me imaginé con un traje de astronauta, con una espada, tenía poderes mágicos y por supuesto, mi primera misión consistía en llevar a mi princesa a dar un viaje por las Galaxias.

Obviamente, tenía que buscarla a la Tierra, como medio de transporte tenía una nave espacial. Quise sorprenderla así que no le dije nada. Durante el camino, una lluvia de meteoritos trató de atentar contra mí, pero nada que yo no pudiese manejar. 

Ya me encontraba cerca de la Tierra, decidí entonces, enviarle un mensaje:    Oye, asómate a la ventana, mira el cielo.  

Mi increíble capacidad de precisión me permitió aterrizar justo en el techo de su casa. La busqué hasta su ventana, ella estaba esperándome sorprendida, su carita de "No sé que sucede mucho menos que intentas, pero me fascina" Me cautivaba.

Le tendí mi mano y ella la sostuvo, juntos estábamos a punto de empezar nuestra propia aventura por El Universo.

Caminamos hasta la nave espacial, ella me agarraba fuerte la mano, podía escuchar su corazón latiendo a toda velocidad. Después de montarnos en los asientos me miró a los ojos, me abrazó fuerte y me dijo al oído: — No hay un héroe como tú — La sonrisa que se dibujó en mi rostro más lo fuerte que latía mi corazón, definitivamente eran de otro nivel.

Nos pusimos en marcha, ella estaba encantada con todo lo que veía a su alrededor, sus ojos brillaban más que todas las estrellas que nos rodeaban... Estaba preciosa.

La nave empezó a sonar extraño, me preocupé un poco pero no creí que fuese algo por lo cual debía alarmarme.

— ¡Amor! ¿Qué suena? — preguntó asustada.
— No es nada, es el motor trabajando, tranquila. — respondí con seguridad.

Efectivamente no era nada grave, pues el sonido se detuvo a los pocos minutos, asumí que fue un bachaco que se coleó en nuestro viaje. ¡Los bachacos también quieren conocer el Universo!

— ¿Te asustaste? — le pregunté riéndome.
— No podría, tú me cuidas por eso sé que estoy a salvo. — respondió.

De nuevo, era ella dibujando sonrisas en mi rostro de tonto y que por mi cabeza sólo pase la idea de besarla. 

Decidí estacionarme cerca de la Nebulosa del Anillo (NGC 6720) para admirar un poco el paisaje a su lado.

— ¡Príncipe! ¿Qué es eso? ¿Qué está pasando? — preguntó asustada.
Volteé a ver que señalaba.
Me reí y contesté: — Están naciendo nuevas estrellas amor. 
— Es hermoso, pero... ¿No es nada malo verdad? — preguntó.
— No, tranquila amor y, aunque lo fuese, estoy yo aquí para protegerte.  contesté.
— ¡Cierto! Todo está bien cuando estamos juntos. — dijo sonriendo, con esos ojos brillando más que las estrellas que nacían en ese momento.
— Así es, principessa. — dije mientras me acercaba para besarla.

Sí, dar un beso mientras nacen estrellas es realmente fantástico.

Ahora, siempre que quieras pasear conmigo a explorar el  Universo, ver nebulosas, estrellas en nacimiento, estrellas en sus últimos momentos, galaxias en espiral, elípticas e irregulares, dar una vuelta en la Vía Láctea y el Cinturón de Orión, enseñarte a identificar las constelaciones, verlas por ti misma, sólo dímelo. ¡Por siempre te consentiré, mi princesa!

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